El gato cuántico

¿Estaba el gato vivo y muerto al mismo tiempo? Traté de despertarlo, pero ya estaba despierto, alguien trató de matarlo, pero ya estaba muerto. El doctor que lo examinó aparecía y desaparecía a cada segundo de la estancia, porque era visible e invisible a la vez. Cuando empezó el incendio, las llamas quemaban y no quemaban, así que el gato jugó con ellas ante el asombro de la Junta Directiva de Mentiras y Verdades Galácticas, la cual existía y no existía, porque su existencia era una mentira que a veces era verdad.

“Si cada cosa y su contrario fueran verdad a la vez”, dije pensativo, “es probable que el mundo dejara de existir, creando una paradoja cuántica”.

Todo quedó en silencio, me miré al espejo pero yo ya no estaba allí, tampoco había espejo.

Todo había desaparecido, aunque lo podía ver. “¿Si vieron que tenía razón?”, exclamé, aunque no me salía la voz.

La luz se convirtió en la oscuridad más iluminada que jamás hubiera visto.

“Doctor”, dijo una voz que se escuchaba y no se escuchaba a la vez. “Usted ha creado una paradoja existencial y la materia que existía ya no existe, pero sigue existiendo sin estar, ¿podría simplemente aceptar que la paradoja es real para que todo vuelva a la normalidad?”.

Miré el micrófono, la audiencia muda esperaba mi próxima palabra sobre la realidad cuántica, como cosa rara en ese mundo cuántico, el tiempo dejaba de existir como lo conocemos, pasaron así miles de años en tiempo sin cuantificar y de pronto todo estaba claro para mí como la luz de la noche: La oscuridad era otra forma de luz y la verdad siempre era su contrario hasta el infinito, en una cadena de nunca acabar. Yo estaba y no estaba dictando esa conferencia sobre realidades cuánticas, el público entendía sin entender lo que yo hablaba, mientras que el gato, vivo y muerto a la vez prendía sus motores galácticos hacia la próxima nebulosa.

Cuando me desperté de ese sueño, el gato no había vuelto, pero ahí estaba y me olvidé que siempre recordaba que tenía que dictar una conferencia sobre la realidad cuántica aquella noche. De pronto me di cuenta de que el gato en verdad no estaba vivo y muerto al mismo tiempo. Traté de despertarlo, pero estaba muerto, alguien más trató de despertarlo, pero ya estaba despierto. El doctor que lo examinó no llegó nunca, porque cuando llegaba ya se había ido. Cuando se apagó el incendio que no había empezado, las llamas ya habían quemado al gato que no estaba ante el asombro de la Junta Directiva de Mentiras y Verdades Galácticas, la cual ya no existía porque si existía desaparecía, aunque su existencia no era una mentira que a veces también era mentira.

“Si cada cosa y su contrario no fueran verdad a la vez”, dije pensativo, “es probable que el mundo dejara de existir, creando, en una paradoja cuántica”. Todo quedó en silencio, me miré al espejo que no estaba pero sí reflejaba mi imagen. Nada había desaparecido, aunque todo estaba vacío. La verdad siempre era y no era su contrario hasta el infinito, en una cadena de nunca acabar.

Cuando me desperté, no había tenido ningún sueño, el gato ya estaba de vuelta a pesar de que no se había ido y recordé que siempre me olvidaba que tenía que dictar una conferencia sobre la realidad cuántica aquella noche…

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